Tenía una inteligencia
envidiable, y era dueño y señor de una escuela de Hechicería.
A mi lado yacía mi fiel guardián, un cuerno dorado,
dragón fuerte.como 20 elefantes. Vivía en medio del Bosque de Torden y sobre
mí rumoreaban que hablaba con los lobos
y dormía a los osos con tan solo mirarlos. Que entendía el vuelo de las aves.
Que sabía del secreto del Sol y del
enigma de la Luna, y que si quería podía brillar más que estos dos juntos.
Cuando me adentraban en el bosque decían que los árboles se apartaban a mi paso
y que me fundía con el bosque. Ah…sí…¡Qué joven era! ¡Qué sabio! ¡Qué
inteligente!... ¡Qué terrible!
Desde pequeño había descubierto
que la gente se limitaba a aprender en el colegio, las personas inteligentes de
sus errores, las listas de los errores de los demás (y alguno seguramente no de
los propios), que él sabio aprende de la vida, y finalmente y quizá el ejemplo
más importante, el verdadero hombre, el ejemplar es el que hace que la vida
aprenda de ellos, o que esta haya merecido la pena. Quizá parezca utópico esto
último, pero yo lo había conseguido. Sí, efectivamente, ¡habéis leído bien!
Estudiando en Leit, con
diversos maestros había aprendido la Verdadera Magia, y con ella, la magia de
las palabras, pues estas tienen poder sí, así como un nombre sobre una persona es
un poderoso vínculo que lo mantiene atado a él.
Como acabo de decir las
palabras tienen poder. Mucho poder. Hay gente que no lo sabe, unos pocos saben
de ello, otros, tan solo, creen saber. Pero creedme, más saben los primeros que
los últimos; más sabe el que no sabe nada. (Sí, esa famosa cita de Sócrates “Sólo sé que no sé nada”).Yo siempre
digo: “ni siquiera sé que no sé nada” pero eso es muy enmarañado, porque sí se
algo: que ni siquiera sé que sé algo, no os lío más, pero mi mente me atormenta
la verdad, por cosas como esa y por otras como su insatisfactoria sed de
conocimientos y de aprender cosas.
PD: podéis hacer eso de
pestañear muchas veces seguidas, pero las palabras que acabáis de leer siguen
aquí, por su propio poder…
Está bien, está bien…
quería parecer un héroe, de eso de libros ejemplares como “El temor de un
hombre sabio” “Memorias de Idhún” o “Eragon” .Pero no. No será verdad esa
mentira que acabo de contaros pues no soy ni Rothfuss, ni Laura ni Paolini.
Solo son ilusiones plasmadas, pero como toda persona tengo sueños.
Quizá mis sueños, se
construyan de fino cristal, y con tan solo un suspiro, se rompan en mil
pedazos. Sí, he visto sueños desvanecerse entre mis manos. Es como intentar
contener arena en tus puños; al final se te acaba cayendo. Sueños...sí… aquí
añado otro: “Quizá los sueños dejen de serlo, cuando se conviertan en metas”.
Había aprendido que tenía
que luchar por mis sueños, y si podía ayudar a los demás a hacer lo mismo.
Había aprendido que en la guerra podías llegar a odiar a tu enemigo, mientras
que en el amor, llegar a odiarte a ti mismo, y, obviamente había aprendido cuál
es peor, ¿si la guerra? ¿o el amor? Debo mencionar que muchas veces me
inclinaría más por lo tercero, ¿Y vosotros?